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CONCILIOS ECUMÉNICOS

Concilio de Nicea

Primer concilio ecuménico. Presidido por Osio, tuvo lugar entre el 20 de mayo y el 25 de julio del 325 (siendo papa san Silvestre I) y fue convocado por el emperador romano Constantino I el Grande para procurar reafirmar la unidad de la Iglesia, seriamente quebrantada por la disputa surgida en torno a la naturaleza de Jesucristo tras la aparición del arrianismo. De los 1.800 obispos censados en el Imperio romano, 318 acudieron a la convocatoria conciliar. El credo de Nicea, que definió al Hijo como consustancial con el Padre, fue adoptado como postura oficial de la Iglesia con respecto a la divinidad de Cristo. También fue fijada la celebración de la Semana Santa el domingo después de la Pascua judía, y garantizada la autoridad del obispo de Alejandría. En esta última concesión se asienta el origen de los patriarcados.

 

 

Primer Concilio de Constantinopla I

Segundo concilio ecuménico de la Iglesia. Convocado por el emperador romano de Oriente Teodosio I el Grande, los 150 obispos que participaron en sus sesiones condenaron como herético el arrianismo, reafirmaron las resoluciones adoptadas en el primer concilio ecuménico (el I Concilio de Nicea, que tuvo lugar en el 325), definieron al Espíritu Santo como consubstancial y coeterno con el Padre y el Hijo en la Santísima Trinidad y ratificaron el segundo puesto que ocupaba el patriarca de Constantinopla en el orden jerárquico de la Iglesia, tras el papa.

 

Concilio de Éfeso.

Concilio de Éfeso, tercer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana, celebrado en el año 431. Fue convocado, durante el pontificado de Celestino I, por Teodosio II (emperador romano de Oriente), de común acuerdo con Valentiniano III (emperador romano de Occidente), para poner fin a la controversia provocada por la doctrina herética del nestorianismo, así denominada por el nombre de su formulador, Nestorio. Presidido por el patriarca Cirilo de Alejandría, por delegación papal, sus sesiones se prolongaron durante los meses de junio y julio del 431.

La polémica surgió cuando Nestorio (fallecido c. 451), patriarca de Constantinopla, se negó a otorgar el título de “Madre de Dios” a la Virgen María, porque consideraba que Cristo era en realidad dos personas distintas (Dios y hombre) y, que la Virgen María era la madre de Jesús de Nazaret, pero no del Verbo Divino. El Concilio depuso a Nestorio, condenó sus postulados, y sancionó la doctrina de que Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero, que tiene dos naturalezas (humana y divina) fundidas en una sola persona. Como extensión lógica, el Concilio aprobó el título de “Madre de Dios” (del griego Theotokos, ‘portadora de Dios’) para la Virgen María.

 

Concilio de Calcedonia.

Cuarto concilio ecuménico de la Iglesia cristiana. Fue convocado en el año 451 por el emperador romano de Oriente, Marciano, a instancias del papa León I, para refutar las doctrinas adoptadas en el Conciliábulo de Éfeso (449, en ocasiones llamado ‘Latrocinio de Éfeso’). En sus 17 sesiones (celebradas en Calcedonia entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre del 451) participaron aproximadamente 600 obispos.

El Concilio condenó el eutiquianismo (forma radical del monofisismo), doctrina defendida por el monje bizantino Eutiques que afirmaba que Jesucristo posee una sola naturaleza (la divina) y carece de naturaleza humana. Las afirmaciones teológicas de Eutiques (condenadas por Flaviano, patriarca constantinopolitano, en el Sínodo de Constantinopla, 448) habían sido rehabilitadas, así como su figura, en el Conciliábulo de Éfeso (gracias a Dióscoro, patriarca de Alejandría, que no aceptó la destitución de Eutiques y llegó a excomulgar a Flaviano y a León I). La llegada al trono imperial de Marciano (partidario de la doctrina de las dos naturalezas), así como la firme oposición al monofisismo de León I (que ya en el 449 había manifestado a Flaviano su agrado por la condena de Eutiques en una epístola dogmática, Tome), fueron determinantes para la convocatoria del Concilio de Calcedonia. Basándose en el citado Tome (Tomo) a Flaviano de León I, y en las anteriores cartas sinodales de san Cirilo de Alejandría a los nestorianos, el Concilio de Calcedonia afirmó que Cristo posee tanto naturaleza divina como humana (y que ambas coexisten inseparablemente en su persona) y, de esta forma, estableció uno de los dogmas cristológicos fundamentales. Las actas aprobadas en el 449 por el Conciliábulo de Éfeso fueron invalidadas y Dióscoro fue depuesto (más tarde fue desterrado por Marciano). No obstante, el Concilio de Calcedonia supuso la primera división importante en el seno de la Iglesia, en tanto que algunas comunidades cristianas orientales rechazaron las declaraciones de fe conciliares, entre ellas la Iglesia armenia, la Iglesia copta y la Iglesia jacobita.

Además, el Concilio condenó como herético el docetismo y prohibió la ordenación sacerdotal a cambio de dinero. En total, en Calcedonia fueron promulgados 27 cánones, referentes a la disciplina y conducta debidas de los miembros de la Iglesia, así como a la jerarquía de ésta. Todos ellos fueron aceptados por la Iglesia occidental. Un vigésimo octavo canon, no reconocido por León I, hubiera otorgado al patriarca de Constantinopla una posición preeminente entre los patriarcas orientales, en una situación jerárquica similar a la del papa romano en Occidente.

 

Concilio de Constantinopla II

Quinto concilio ecuménico de la Iglesia. Fue convocado por el emperador bizantino Justiniano I, para examinar las obras de los teólogos griegos Teodoro de Mopsuesto, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa. Estas obras, conocidas como los Tres capítulos y que habían sido aprobadas por el cuarto concilio ecuménico, el Concilio de Calcedonia (451), fueron condenadas, así como anatemizados sus autores.

 

Concilio de Constantinopla III

Sexto concilio ecuménico. Fue convocado a petición del emperador bizantino Constantino IV (reinó entre 668-685), para condenar el monotelismo, doctrina que declaraba que Jesucristo sólo disponía de una voluntad, aunque tuviera dos naturalezas (la humana y la divina).

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