LA AÑAÑUCA
Floridor Pérez.
Leyendas, mitos y tradiciones de Chile.
Santiago, 1985
Monte Patria, desde los tiempos en que esta se llamaba Monte Rey, vale decir, antes de la Independencia, la Añañuca era una flor joven de carne y hueso.
Un día entre los días, hizo alto poblado en el un minero extraño, hermoso y gallardo que cruzaba los caminos en busca del tesoro perdido.
Y entonces floreció el romance del minero y la Añañuca. El mancebo, hechizado por la niña morena, se quedó en el poblado. Una noche tuvo un sueño: un duende de la, montaña le dio en el duermevela de ese sueño el sitio preciso en que se hallaba el tesoro, la veta perdida, y el minero partió.
La niña de Monte Patria o más bien dicho de Monte Rey, quedo esperando la vuelta del amor. El minero no volvió jamás, se lo trago el espejismo de la pampa.
La muchacha se murió de pena, de ese mal de amores que aún existía cuando Monte Patria se llamaba Monte Rey.
La enterraron un día de aguacero en el valle. Al día siguiente alumbró el sol y el valle se cubrió de flores rojas.
Así nació la flor de la añañuca.
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